En estos momentos estamos transitando por un periodo de oscilaciones que hacen que nos balancemos entre el Gran Yo y el Pequeño Yo, entre la conciencia expandida de nuestra plena o pura presencia y el pequeño ego, la versión limitada y distorsionada de quien creemos ser.

El mundo «ahí afuera» va a reflejarnos como un espejo, en cada momento, dónde nos hemos posicionado internamente. Así sabemos en cada instante donde nos encontramos en ese territorio interno cuyas profundidades estamos descubriendo, como exploradores de la conciencia caminando por espacios no cartografiados aún.

Transitar por el Pequeño Yo suele venir acompañado de estrecheces, limitaciones, encorsetamientos, mucho juicio, crispación, enfrentamientos con otros «pequeños yoes» con quienes rivalizamos porque buscamos salir de nuestro pequeño Yo para afincarnos en nuestro Gran Yo y proyectamos hacia los otros pequeños yo, la culpa de que no logremos estabilizarnos en la conciencia que percibimos «superior». Eso genera mucho desgaste y mucha fricción en estos momentos en nuestras relaciones, que se ven afectadas por dos años de severo trauma ante la situación global vivida y la incertidumbre que ello ha suscitado en todos nosotros.

Los ánimos están crispados, el nivel de miedo es alto y ello nos retiene en nuestros «pequeños yoes» en actitudes de lucha, oposición y proyección.

Frente a eso, experimentamos momentos de Gracia Divina en la que logramos salir del confinamiento de nuestro pequeño ego para expandir las alas y alcanzar la libertad de nuestra conciencia expandida. En esos momentos, reina la claridad mental, la paz emocional se instala y regresamos a la bondad de corazón, la compasión hacia nosotros mismos y los demás.

Sin embargo, esos estados álgidos duran poco y nos volvemos a tambalear hacia estados limitados y restringidos al ritmo de las noticias del mundo exterior, siempre capaces de sorprendernos negativamente con nuevos escenarios futuribles.

La oscilación va a seguir, por dias, semanas, quizás meses hasta que logremos ACEPTAR nuestro pequeño Yo y sepamos atender desde la compasión de nuestro gran Yo, las necesidades de ese aspecto interno nuestro. Alcanzamos la estabilidad cuando dejamos de exigir a los demás que nutran nuestras carencias internas y abrimos canales internos entre el Gran Yo y el pequeño Yo para atender esas necesidades. Dejamos de oscilar cuando, pase lo que pase, nos seguimos amando sin cortar la conexión no ya entre nosotros y nuestras parejas, familiares, compañeros de trabajo o de ocio y distracciones sino entre nuestro Gran Yo y nuestro Pequeño Yo.

Dejamos de oscilar cuando aprendemos a comunicarnos internamente de forma no violenta, escuchándonos realmente y descubriendo las profundas necesidades que NUNCA nos atrevimos a atender y que SIEMPRE esperamos que otros suplieran exigiéndoles adivinar cómo nos sentimos, qué necesitamos y cómo satisfacer el vacío interno que no sabemos llenar con nuestra presencia amorosa y plena.

Bendiciones y feliz oscilación, esta vez, en la conciencia, en el amor, en el auto respeto

Barbara Meneses

www.purapresencia.com